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EL CABALLO Y LOS ZOPILOTES.

—que están entre las instituciones del país,—observando desde lejos la señal de muerte en los ojos vidriosos, volando hacia abajo desde sus alturas aireadas, llegaron en tropa desde toda direcciones a la próxima fiesta.

EL CABALLO Y LOS ZOPILOTES.

Al llegar cada destacamento se posaban en el suelo en sucesivos círculos alrededor del Caballo, dándole una mirada para asegurarse de que no habían cometido ningún error en cuanto al resultado final, entonces posaban sus cabezas, encorvaban sus hombros, y se dormían, satisfechos de que a su tiempo, la sombría muerte haría su trabajo perfecto, cuando limpiarían los huesos del animal ante ellos tan limpios como una ardilla limpia una bellota. Le podrían terminar ahí mismo con un poco de esfuerzo; pero esa cortesía que caracteriza a todo habitante de la América tropical, prohibía tan indecorosa prisa, y ¿por qué trabajar para lo que va a venir sin trabajo si solo esperan?

Entonces murmurar "Mañana" "poco tiempo" y "sale luego" como es la costumbre del país, se fueron, uno por uno, a dormir y sueños felices. El moribundo sabía tan bien como nosotros a que vinieron, y leyó su destino en sus rostros flacos e inexpresivos,