tirados sin servir en el techo. En el interior hay patios, plazas o espacios para marchar de suficiente tamaño para una gran fuerza, y cuartos para mil hombres o más.
Los españoles, en la construcción de esta fortaleza, hicieron toda previsión para defenderlo hasta el último extremo contra asaltos. Si asaltantes pasaban el foso y escalaban el muro exterior, encontrarían a la guarnición replegándose a varios castillos menores, cada uno con su propio foso y puente levadizo, en aquellos días, "una obra muy difícil de hacer," en el sentido completo de la expresión. El foso está ahora tan lleno de arena y escombros que lo hacen vadeable incluso en marea alta, y los viejos puentes levadizos no sirven y fueron remplazados por puentes fijos en su lugar y dan mejor respuesta a las necesidades de comunicación entre las diferentes secciones del castillo. Debo decir en una estimación aproximada, que toda la fortificación cubre de ocho a diez acres.
Fuera de la muralla principal, en los extremos este y norte, hay ahora una construcción de suficiente altura para proteger a los artilleros, y hay montadas cerca de veinte cañones muy pesados. Si esta batería se pusiera en orden, podría ser capaz de hacer graves daños a una flota hostil; pero el valor puesto en él por los franceses se puede deducir del hecho de que ellos tiraron una enorme pila de carbón—algunos miles de toneladas—justo encima, cubriendo varios de los cañones en el norte extremo a una profundidad de muchos pies, y el carbón se encuentra allí todavía, tal como lo dejaron en la prisa de su huida. Supongo que no debo romper ninguna ley de hospitalidad diciendo lo que todo el mundo que ha visitado el Castillo en los últimos diez años sabe, que, prácticamente, esta antigua fortaleza, una vez uno de las más fuerte y formidable del mundo, es hoy en día absolutamente inútil para la defensa contra una