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LAS MONTAÑAS MÁS GRANDES DEL CONTINENTE.

familias del Presidente, el Señor Romero, y Sr. Nelson. En Apam, a medio camino entre México y Puebla, desayunamos tan bien como podríamos haberlo hecho en cualquier estación de ferrocarril en los Estados Unidos.

En este momento el campo empieza a cambiar. Entre México y Apam el país se asemeja a baja California en un grado considerable; pero de Apam a Puebla tiene más la de apariencia las laderas de la Sierra Nevada, en el cinturón de oro de California, aunque la tierra roja de esta última hace falta. Los campos de maguey ahora comienzan a dar lugar a campos de maíz, y el campo es productivo, y densamente poblado.

Ahora estábamos en el antiguo estado de Tlaxcala, en una llanura situada entre las más grandiosas montañas nuestro continente. Por un lado el Popocatépetl levanta su gran cabeza, blanco por la nieve de incontables épocas, y blancos turbantes, vapores aborregados aferrándose, amorosamente, alrededor de él, hacia el cielo azul profundo, sin nubes. Junto a él se encuentra su hermana real, "La Mujer de Blanco", y opuesto encuentra el "Malinche", llamado por la amante India de Cortés, una gran montaña, pero sin nieve, cubierta con bosques de pino de verde fuerte, hasta a cuatro o cinco mil pies de su cumbre, y rodeado, con casi innumerables pueblos, cada uno con su Iglesia blanca y rica, y amplios campos de maíz.

El número de estas aldeas, con grandes iglesias, es asombroso. Se dice que allí hay no menos de cincuenta y ocho de ellas en el distrito conocido como la Malinche, en la vecindad inmediata de la montaña, y todo el campo por cientos de millas alrededor esta igualmente bendecido. A pesar de todo esto, la región tiene una mala reputación como guarida favorita de ladrones y secuestradores,