tierras ricas, y un clima que el mundo no puede mejorar; pero debe tener otros incentivos además de solo estos, que ofrecer a la inmigración. El tiempo es no muy lejano, si continúa la paz, cuando habrá tales incentivos; pero en la actualidad debe "aprender a trabajar y esperar."
Ahora esto puede parecer desalentador en vista de las condiciones y perspectivas de la República, pero no lo considero así. Hay bastante trabajadores dispuestos ahora desempleados, o solo parcialmente empleados en el país, para desarrollar un gran comercio a lo largo de la línea de cualquier ferrocarril que se proyecte, y diez o veinte años de paz aumentaría enormemente la disponibilidad de mano de obra del país, sin ninguna adición de inmigración. Si el Gobierno se puede sostener contra facciones y desorganizadores, y la gente puede aprender a refrenar su impaciencia natural, y se niegan a escuchar los argumentos de demagogos y charlatanes sin principios políticos, en ese momento, todo estará bien con México, y luego poco importará si viene inmigración o se queda lejos. Sus instituciones, y el patriotismo de su pueblo ahora está siendo juzgado al máximo, y en un año o dos más se dirá la historia, y decidirá el destino del país para bien o para mal, por siglos futuros.
A pesar de la pobreza del Tesoro mexicano, la depresión de comercio e industrias de fabricación, y los frecuentes intentos infructuosos de revolución en los distintos Estados, la administración está callada y consistentemente efectuando un sistema ampliado de mejoras internas, que una vez completado, será de gran beneficio para el país, y los grandes efectos que ya se sienten en alguna medida. El ferrocarril de la Ciudad de Veracruz es ahora un hecho firme de ciento
