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CAPÍTULO XVI.


CONDICIÓN SOCIAL Y COSTUMBRES.

H

AY algo curioso, y—para mí al menos—doloroso, en el peculiar aspecto de la vida social en México. Aunque la República ha decretado la abolición del peonaje en todo México, y hace a todos los hombres iguales, al menos en teoría, ante la ley, es incapaz de romper las barreras de casta y costumbres largamente usadas, que hacen a la mujer de México, aunque teóricamente libre, prácticamente una esclava. La religión tiene mucho que responder por esto; y costumbres tan antiguas como la raza son difíciles de erradicar, cuando la religión se encuentra detrás de ellas.

Las muchachas de la capital disfrutan poca de la libertad concedida a las mujeres jóvenes de los Estados Unidos, y realmente ven muy poco de la sociedad hasta después del matrimonio, si son tan afortunadas o desafortunadas, de siquiera casarse alguna vez. Generalmente son—hablando de las hijas de familias de clase media o ricas—educadas en escuelas bajo el control real, aunque no nominal, de la Iglesia—los conventos en que anteriormente fueron educadas han sido abolidos por ley—y el sistema de enseñanza no es, como regla, lo que consideraríamos liberal. Tienen un gusto natural por la música, tocan y cantan con gran capacidad, y a menudo muestran notable talento para bordado fino, trabajo de cera, dibujo y pintura. En casa son modelos de devoción a sus padres, hermanos, y hermanas. En ningún otro lugar en la