toles. Su corazón, su pensamiento, toda su vida, ha sido consumida en la tarea que dio por resultado, la victoria. ¿Cómo podemos hacer el debido homenaje a su virtud? ¡Caballeros, en honor de la humanidad vengada, bebamos a la salud del ilustre americano, William H. Seward, quien honra a la humanidad!
Discursos y sentimientos siguieron, espesos y rápidos. Entre los oradores estuvieron el Señor Sierra, M. C., el Señor Santa Cecilia, yerno del Presidente Juárez, Coronel Alcerraca, Señor D. D. Alandrina, Señor Alcalá, diputado de Yucatán, Señor Arias, del Departamento de Estado, Señor Garcia Flores, Señor Urquida Branco, diputado de Chihuahua, General Zerega, uno de los oradores más hábil en el país, Señor Lafraga, juez de la Corte Suprema, Señor Rojo, y el General Landman.
El Señor Herrera, M. C. hizo una excelente intervención en reconocimiento de los servicios prestados a la causa de la libertad en ambas repúblicas por la prensa de Estados Unidos. El rindió el único homenaje justo y completo al poder de la prensa, que escuché en México, y dijo como mensaje: "La prensa de los Estados Unidos de América," llamando al escritor a responder. Mis lectores, confío, me perdonarán por el aparente egoísmo de reportar mis propias observaciones en esta ocasión, como me pidieron hacerlo,—por razones que difícilmente pueden no ser aparentes,—por el grupo cuyo deseo yo estaría muy ansioso en gratificar bajo cualquier circunstancia:
"Señor Presidente y Caballeros: por tal vez la centésima vez en mi vida, probablemente más a través de la de parcialidad mis amigos que por cualquier mérito propio, me encuentro llamados a responder al sentimiento de 'la prensa'.