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RECUERDOS DE MAXIMILIANO.

no me pregunto, porque Maximiliano, prodigó tales sumas al lugar que cariñosamente anticipó que iba a ser su casa y de sus descendientes, y el asiento del poder de un poderoso Imperio, que imaginó que había fundado en la ruinas de la libertad en América. El último documento oficial firmado por este soñador encaprichado, cuando fue rodeado en Querétaro, y cautiverio y con la ejecución como delincuente acechándole, fue una orden para importar dos mil ruiseñores alemanes con que poblar las arboledas de Chapultepec.

Las obscenas estatuas que colocó en los pasillos y jardines de Chapultepec, aunque generalmente mutiladas de manera no delicada, siguen ahí, y las paredes están adornadas con voluptuosas representaciones de las estaciones, etc., al estilo de una antigua Villa de Pompeya, que él se propuso imitar; pero no quedan fotografías en el Palacio, y la mayoría de los muebles, y todas las costosas vajillas y servicio de cena fue retirado cuando el General Díaz—quien tuvo su sede aquí—llevó a la Ciudad a rendirse y así acabó el último acto de la fantasmal farsa.

Vimos los baños y recamaras ocupadas por la pareja real, sus camas y muebles de salón o una parte, y algunas otras reliquias y recuerdos, pero nos interesó más los atractivos con que arte y naturaleza, combinada, han invertido en la vista desde la terraza. La magnífica columnata, que estaba siendo construida por órdenes de Maximiliano a lo largo de todo el frente de Palacio, junto a Tacubaya, estaba sin acabar, y las piedras yacían justo donde fueron abandonadas cuando llegó la noticia de que Querétaro había caído; y sabiendo que había llegado el final,

"Los invitados huyeron del salón y los vasallos del trabajo."