habíamos viajamos desde Guadalajara, por el más lujoso método de transporte. Pasamos a la izquierda de Chapultepec y el Molino del Rey, y directamente por el famoso árbol bajo el cual Hernán Cortés encontró refugio en la memorable Noche Triste, cuando sus fuerzas se abrieron camino por la noche a través de grupos de aztecas enfurecidos, amontonaron los muertos para hacer un paso para escapar a través de la laguna de poca profundidad, y por último, muy presionado, desmoralizado, y casi aniquilado, escapó de la ciudad. Después el glorioso panorama de la gran Ciudad de México se desenrolló ante nosotros.
En el Garita de San Cosme, el severo, antiguo campeón del republicanismo, el hombre de muchas aventuras y la historia más maravillosa y las más variadas fortunas, el hombre de temple de hierro y resolución indomable que destaca en toda característica, el hombre con la vida encantadora, que ha escapado ileso de más tramas, conspiraciones, y accidentes, que ningún otro hombre vivo; el hombre que vivirá en la historia como una de las maravillas de nuestra época, el hombre enviado por la Providencia para repeler la invasión extranjera, aplastar y destruir al despotismo de la Iglesia, liberar a los peones, establecer escuelas, suprimir insurrecciones, dar el último golpe al imperialismo en América, gobernar una nación turbulenta con una varilla de hierro, el ciudadano Presidente, Benito Juárez, estaba parado esperando a recibir a los invitados de la nación. Estaba vestido en negro, y no tenia siquiera un sirviente uniformado presente; le acompañaba su mujer y su hija. El grupo saludó brevemente, amistoso y otro miembros nuestro grupo fueron presentados por el Señor Bossero, la cabalgata reanudó su camino y entró en la ciudad Capital de la República.
Pasando por la Alameda de Moctezuma viejo, donde