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UN INMENSO ANFITEATRO.

sombra, cincuenta centavos; asientos en sol, doce y medio centavos; asientos de sillas, doce y medio centavos extra.

La corrida comienza en las 4 p. m., en punto.

Reglas.—No está permitido pagar en las puertas interiores, y los asistentes a la corrida llevará su propio boleto para evitar confusión y hacinamiento en la entrada, lo cual crearía molestias. Los soldados de la guarnición de Guadalajara pagarán seis centavos un cuarto cada uno, y ocuparán el techo.

Cuando el juez amablemente conceda el toro a los toreros, la empresa tendrá la gratificación habitual en lugar de los animales.

Toda la mañana, un grupo de matadores, picadores, y sus asistentes, a caballo y a pie, con una banda de música al frente, desfilaron por las calles, payasos con grotescos trajes gritando fuerte, alabanzas a la "gran función" que iba a haber en la Plaza del Progreso, por la tarde. Dos de los hombres montados llevaban un palo, en el que había banderillas, o ligeros marcos de alambre, en forma de palmeras, farolillos, liras, cuernos de abundancia, y otros objetos, cada uno de aproximadamente tres pies de largo, cubiertos con largas tiras de papel dorado, las que se clavan a los toros por afiladas púas de hierro hacerlos enojar. A la hora anunciada, fuimos a la Plaza del progreso, y encontramos un inmenso anfiteatro de piedra, no menos de quinientos pies de diámetro, abierto hacia el cielo, con asientos dispuestos en cinco niveles, alrededor de toda la estructura, retrocediendo hacia la parte superior, hasta alcanzar un corredor bajo la cual había palcos para la parte aristocrática y rica de la audiencia. Los soldados vigilan todo lugar público en Guadalajara, y vimos sus bayo-