piel, por artistas nativos. Tortura física, sufrimiento mental, obediencia alegre y sin murmuros a la orden de una fe todopoderosa, o la delicia beatífica del mártir agonizante, transmitida en cada cara. Una colección mas distorsionada, terrible y doloroso de ver nunca fue vista junta. La habilidad de los artistas en representar el sufrimiento mental y físico, con dichos materiales, es más allá de los elogios por su perfección.
En ambos lados del altar, junto a la pared, hay cajas viejas, llanas, cuadradas, de madera, cada una de seis pies de largo, cubierto con tela roja. En estas dos cajas, están los restos momificados de los dos primeros obispos de Guadalajara. Uno de ellos lleva acostado allí trescientos años, y el otro unos cuarenta años menos. Se dice que ambos están en buen estado de preservación. Encima de los ataúdes, en la pared, cuelgan los sombreros de ala ancha usados por estos dignos hombres en sus vidas, y fuimos gravemente informados por nuestro guía, que cuando se abren los ataúdes por cualquier razón, los sombreros inmediatamente se mueven de un lado a otro de su propia voluntad, como si haciendo reverencia al santo polvo abajo. No vimos los ataúdes abiertos.
Pero las escuelas e instituciones de beneficencia de Guadalajara reclamaron más de nuestra atención y tiempo, y son dignos de mención, incluso más que la gran catedral, que es una de sus maravillas especiales.
El gran hospital de San Miguel de Belén, generalmente conocido como "el Belén," está cerca del centro de la ciudad y encierra dentro de sus muros cerca de ocho acres de terreno. Fue fundado, como dice la inscripción sobre la puerta interior muestra, en 1787, por el obispo Alcalde, cuyo nombre no recuerdo, y con quien, supongo,
