que a menos que me fuera afuera de inmediato, la puerta sería demasiado pequeña para dejarme pasar por ella. Tomando mi sombrero que parecía haber crecido al tamaño de un paraguas ordinario, lo puse de filo, y logré salir apretado al pasar por la puerta; entonces la calle tomó forma de embudo, y recuerdo una extraña fantasía en que yo me parecía al hombre que "entró por el lado grande y salió por el lado pequeño de un cuerno". Curiosamente mis piernas disminuyeron de tamaño, mientras mi cabeza se agrandaba, y mi último recuerdo del asunto es que mi persona se asemejaba a un barril de azúcar caminando sobre dos pajas: cuerpo no tenía. ¡No más tequila para mí, por favor!
Los transportistas y arrieros y beben este claro, incoloro, licor concentrado de inofensiva apariencia con aparente impunidad; pero una sola botella de este causará una rebelión en un Regimiento entero de soldados, y
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| UNA CABEZA HINCHADA. |
sin duda resultará en un pronunciamiento en el lugar. Sin embargo, los conductores de bueyes, como los arrieros, son de la clase de hombres tranquilos, bien portados, generalmente honestos y dignos de confianza, bastante similares en estos particulares a cualquier clase en la misma actividad de vida en cualquier país.
Cuando estuvimos en el paso a través de las colinas, entre los valles de Zacoalco y Guadalajara, nuestro equipo se cayó en un hoyo de lodo de inusual profundidad y enormidad, y permaneció allí durante casi dos horas antes de que
