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LUCHA POR LA EXISTENCIA

mero más o ménos rápidamente, todas no pueden hacerlo así, porque no cabrian en el mundo.

Esta regla no tiene excepcion: todo sér orgánico se aumenta naturalmente en una proporcion tan alta, que si no se lo destruyera pronto, la tierra estaria cubierta por la progenie de una sola pareja. Aún el hombre que es lento para reproducirse, se duplica en veinticinco años, y en esta proporcion en ménos de mil años su descendencia no tendria literalmente sitio en el mundo para estar de pié. Ha calculado Linneo que si una planta anual produjese solamente dos semillas (y no hay planta que sea tan improductiva), y esas semillas cada una de ellas produjese dos al año siguiente, y así sucesivamente, habria en veinte años un millon de plantas. Se sabe que el elefante es el animal que tarda más en reproducirse de todos los que se conocen, y yo me he tomado grandes trabajos para calcular su proporcion mínima probable de aumento natural; será lo más seguro suponer que empieza á dar cria cuando tiene treinta años, y que sigue criando hasta los noventa sólo, dando en todo ese intervalo seis descendientes, y sobreviviendo hasta los cien años de edad; pues aún así, despues de un periodo de setecientos cuarenta á setecientos cincuenta años, habria cerca de diez y nueve millones vivos descendientes sólo de la primera pareja.

Pero tenemos pruebas mejores aún que estos cálculos meramente teóricos, á saber: los numerosos casos históricos del aumento asombrosamente rápido de varios animales en un estado salvaje, cuando las circunstancias les han sido favorables durante dos o tres estaciones consecutivas. Todavía más sorprendente es la prueba de nuestros animales domésticos de muchas clases que se han hecho salvajes en algunas partes del mundo; no sería creible, á no estar completamente probada, la proporcion en que se han aumentado en la América del Sur, y últimamente en la Australia, el ganado y los caballos tan lentos en reproducirse. Lo mismo acontece con las plantas: se podrian citar casos de plantas introducidas que se han hecho comunes en islas enteras en un período de ménos de diez años. Algunas plantas semejantes al cardo silvestre, que son ahora las más vulgares en las vastas llanuras del Plata, que cubren leguas cuadradas de superficie, casi con completa exclusion de toda otra planta, han sido introducidas de Europa; y le he oido decir al Dr. Falconer, que las plantas que se extienden ahora