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556 ORIGEN DE LAS ESPECIES por el es, rados como teniendo al principio una existencia característica- mente animal, y luego inequívocamente vegetal.» Por lo tanto, segun el principio de la seleccion natural con divergencia de carácter, no parece increible que tanto los animales como las plantas puedan haberse desarrollado desde alguna forma estilo inferior é intermedia; y admitiendo esto, tenemos de igual manera que admitir que todos los seres orgánicos que han vi- vido sobre esta tierra, pueden ser descendientes de una sola forma primordial. Pero esta deduccion está principalmente ba- sada en la analogia, y es indiferente que sea ó no aceptada. Posible es, sin duda, como M. G. II. Lewes ha manifestado, que en los primeros comienzos de la vida surgieran muchas formas diferentes; pero si así debemos concluir que sola- mente poquísimas entre ellas han dejado descendientes modi- ficados; porque como recientemente ho dicho con respecto á los miembros de cada gran reino, tales como los vertebrados, articulados, etc., tenemos pruebas claras en sus estructuras embrionarias, homólogas y rudimentarias, de quo dentro do cada reino descienden todos los miembros de un solo progenitor. Cuando las opiniones que le presentado en esta obra, tam- bien presentadas por Mr. Wallace, ó cuando otras análogas sobre el origen de las especies estón generalmente admitidas, podlemos entrever oscuramente que habrá una revolucion con- siderable en la historia natural. Los sistemáticos podrán pro- seguir sus trabajos como ahora; pero no estarán incesante- mente asaltados por la sombría duda de si ésta ó aquella forma es una verlacera especio, lo cual será no pequeño alivio con totla seguridad, porque, hablo por experiencia, cesarán las in- terminables disputas sobre si unas cincuenta especies do zar- zas inglesas son buenas especies. Los sistemáticos sólo tendrán que decidir, lo cual no es fácil tampoco, si una forma cual- quicra es lo sulicientemente constante y distinta de otras for- mas, para ser susceptible de definicion; y en este caso, si las di orencias son lo bastante importantes para merecer el nom- bro especílico. Este último punto llegará á ser consideracion mucho más esencial que lo es ahora, porque las diforencias, por pequeñas que sean, entre dos formas cualesquiera, que no estén confundidas por gradaciones intermedias, son hoy con- sideradas por la mayor parte de los naturalistas, como sufi- cientos para clevar ámbas formas al rango de especies.