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HABITANTES DE LAS ISLAS OCEÁNICAS 459 está habitada por un maravilloso número de moluscos de tierra peculiares, mióntras que no hay ni una sola especie de molus- cos de mar poculiar á sus playas; ahora, aunque nosotros no sabemos cómo se diseminan los moluscos do mar, comprende- mos que sus huevos ó larvas, quizás adheridos al sargazo ó á la madera flotante, ó á los piés de las aves zancudas, pueden ser transportados a través de 300 6 400 millas de mar abierto con mucha más facilidad que los de los moluscos de tierra. Los diferentes órdenes de insectos que habitan la misma isla de Madera presentan casos muy análogos. Las islas oceánicas carecen algunas veces de animales de ciertas clases enteras, cuyos lugares están ocupados por otras clases; así los reptiles en las islas de los Galápagos y los gigantescos pájaros sin alas en la Nueva Zelanda, ocuparon recientemente el lugar de los mamíferos. Aunque aquí so habla de la Nuova Zelanda como de una isla oceánica, es algun tanto dudoso si debiera ser así clasificada; tiene un tamaño grande y no está separada de la Australia por un gran mar de mucho fondo; cl reverendo W. B. Clarke ha sostenido última- mento que por su carácter geológico y por la direccion de sus cadenas de montañas, deberia esta isla y lo mismo la Nueva- Zelanda, sor consideradas como dependencias de la Australia, Volviendo a las plantas, el Dr. Hooker ha demostrado que en las islas de los Galápagos los números proporcionales do los ór- dones diferentes son muy distintos de lo que son en otras par- tes. Todas estas diferencias en número y la carencia por com- pleto de ciertos grupos de animales y plantas, son general- mente atribuidas á supuestas diferencias en las condiciones físicas do las islas; pero esta cxplicacion es no poco dudosa. La facilidad de emigracion parece plenamente haber sido tan im- portante como la naturaleza de las condiciones. Muchos hechos notables podrian citarse con respecto a los habitantes de las islas oceánicas. Por ejemplo, on ciertas islas en donde no hay ni un solo mamífero, algunas de las plantas endémicas tienen las semillas en forma de ganchos perfectos, y pocas relaciones hay más evidentes, que la de que las semillas en esa forma sirven para transportarse en la lana ó piel de los cuadrúpecios. Pero una semilla de gancho puede ser lleva- da á una isla por otros medios; y al modificarse allí la planta formaria una especie endémica que conservaria todavía sus