432 ORIGEN DE LAS ESPECIES costa de Africa, y he oido hablar de otras cogidas á mayor dis- tancia. El reverendo R. T. Lowe informó á sir Charles Lyell de que en Noviembre de 1844 cayó una nube de langostas sou bre la isla de Madera. El número de ellas era sin cuento, tan cspesas como los copos de nieve en la nevada más copiosa, y s3 extendian hacia arriba, hasta más allá del alcance del telesco- pio: durante dos ó tres dias estuvieron describiendo una in- mensa elipse en los aires en una extension de 5 o 6 millas, y por la noche se dejaban caer en los árboles más altos, que que- daban completamente cubiertos. Desaparecieron luego sobre el mar tan repentinamente como habian aparecido, y desde entonces no han vuelto a la isla. Los colonos de algunas partes de Natal creen, aunque sin pruebas suficientes, que se intro- ducen semillas nocivas en sus praderas en el estiércol dejado por las grandes nubes de langostas que visitan a menudo aquel país. Como consecuencia de esta idea me envió Mr. Weale en una carta un paquetito de pelotillas secas, de las cuales extraje yo, examinándolas con la ayuda de un microscopio, diferentes semillas, y con ellas crié siete plantas de hierba, que pertenc- cian á dos especies de dos géneros. Por todo esto, un enjam- bre de langostas, como el que cayó sobre la isla de Madera, podria fácilmente ser el medio de introducir algunas clases de plantas en una isla que esté situada lejos de la tierra firmo. Aunque los picos y patas de los pájaros están gencralmente limpios, se adhiere á ellos algunas veces la tierra; una vez en- contró 61 granos y otra 22 de tierra arcillosa seca en la pata de una perdiz, y en la tierra habia una guija tan grande como la semilla de una algarroba. Otro caso aún mejor: me envió un amigo la pata de una chocha con un pedacito de tierra secil adherida al hueso que pesaba solo nueve granos; y ésta conto- nia una semilla de un junco (Juncus bufonius) que germinó y lloreció. Mr. Swaysland de Brighton, que durante los últimos cuarenta años ha dedicado una atencion especial a las aves de paso, me informa de que ha tirado á menudo a las nevatillas (Motacilla), trigueros y collalbas (Saxicola) á su primera lle- gada á nuestras playas antes de que se posaran en tierra, y ha reparado algunas veces que venian adheridos á sus piés gra- nitos de tierra. Podrian citarse muchos hechos demostrando cuán generalmente está el terreno cargado de semillas. Por ejemplo, el profesor Newton me envió la pierna de una perdiz
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