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ORIGEN DE LAS ESPECIES jeto con que lo hacen, se dice usualmente que es instintiva; pero yo podria demostrar que ninguno de estos caracteres es universal. Una pequeña (lósis de juicio o de razon, como la Hama Pierre IIuber, entra con frecuencia en juego aun en los animales que más bajos están en la escala de la naturaleza. Federico Cuvier, y algunos de los metafísicos más viejos, han comparado al instinto con el hábito. Juzgo yo que esta comparacion da una nocion exacta del estado de ánimo bajo el cual se lleva a cabo una accion instintiva, pero no precisa mente de su origen. ¡Cuán inconscientemente se hacen habi- tualmente muchas cosas que están á la verdad en bastantes casos en oposicion directa con nuestra voluntad consciente! Pero estas pueden ser modificadas por la voluntad ó por la ra- 2on. Los hbitos fácilmente se asocian con otros hábitos en ciertos períodos de tiempo y estados del cuerpo. Una vez ya adquiridos, permanecen á menudo constantes toda la vida. Podrian indicarse algunos puntos más de parecido entre los instintos y los hábitos. Como al repetir una cancion muy sabi- da, sucede con los instintos, que sigue una accion a la otra por una especie de ritmo; si se interrumpe á una persona en un canto ó en algo que estuviera repitiendo por rutina, se le obliga ge- neralmente á volver atrás para recobrar el hilo habitual del pensamiento. Lo mismo ha observado Pierre Huber en una oruga que construye una hamaca muy complicada; porque si tomaba una oruga que hubiese completado su hamaca hasta el sexto período de construccion, por ejemplo, y la ponia en una hamaca que estuviera solamente en el tercer período de construccion, la oruga volvia á hacer sencillamente los perio- dos cuarto, quinto y sexto. Pero si se sacaba la oruga de una hamaca en el tercer periodo, y se la ponia en una que ya estu- viera concluida hasta el sexto, quiere decir, encontrándose ya la mayor parte del trabajo hecho, lejos de sacar de esto ningun beneficio, se apuraba mucho, y para completar su hamaca, pa- recia obligada a partir desde el tercer período donde antes ha- bia dejado el trabajo, y de este modo trataba de completar el ya concluido. Si suponemos que una accion habitual se haga hereditaria, y esto puede demostrarse que sucede algunas veces, entonces el parecido entre lo que en su origen fué un hábito y un ins- linto, se hace tan fuerte, que no es posible distinguirlos. Si