208 ORIGEN DE LAS ESPECIES mente un allanto en la organizacion, aunque en algunos po- Cos casos un retroceso. M. Mivart se inclina ademas á creer, y algunos naturalistas estin con el de acuerdo, que las especies nuevas se manilies- tan de repente, por modificaciones que aparecen desde luego.) Por ejemplo: supone que las diferencias entre el extinguido hipparion de tres dedos y el caballo, surgicron repentinamen- te. Juzga difícil de creer que el ala de um pájaro se haya desarro. llado de otra manera que por una modificacion relativamente brusca, de naturaleza marcada é importante; y, al parecer, querria extender la misma opinion á las alas de los murcié- lagos pterodactilos. Esta conclusion, que indica grandes la- gunas ó soluciones de continuidad en la serie, paréceme im- probable en el más alto grado. • Todo el que crea en la evolucion lenta y gradual admitirá desde luego que puede haber habido cambios específicos tan bruscos y tan considerables como una simple variacion cual- quiera de las que encontramos en el estado silvestre ó hasta en el doméstico. Pero como las especies son más variables cuando estin domesticadas ó cultivadas que en sus condiciones natu- rales, no es probable que variaciones tan grandes y repentinas hayan ocurrido con frecuencia en el estado natural como se sabe que de vez en cuando surgen en el estado doméstico. Do estas últimas variaciones algunas pueden ser atribuidas al salto atrás; y los caracteres que de este modo reaparecen probable- mente fueron en muchos casos adquiridos al principio de una manera gradual. Todavía mayor número de ellas son mons- truosidades, como los hombres con seis dedos, los hombres puerco-espines, los carncros ancon y el ganado niata, etc.; y como son enteramente diferentes en carácter de las especies naturales, muy poca luz arrojan en nuestro asunto. Excluyendo semejantes casos de variaciones bruscas, los pocos que quedan constituirian cuando mis si se los hallara en un estado na- tural especies dudosas íntimamente relacionadas con los ti- pos de sus antecesores. Mis razones para dudar de que las cspecies naturales hayan cambiado tan bruscamente como lo han hecho ocasionalmente las razas domésticas, y para no creer en absoluto que hayan cambiado de la manera maravillosa indicada por M. Mivart son las que siguen. Segun nuestra experiencia ocurren varia-
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