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200 ORIGEN DE LAS ESPECIES un rabo prehensil, pueden atribuirse casi por completo al continuado uso combinado con la herencia. Con respecto a las tetas de los animales superiores, la conjetura más probable es que primitivamente las glándulas cutáneas de toda la super- ficie de un suco marsupial secretaban un llúido nutritivo y que estas glándulas fueron mejoradas en sus funciones por medio de la seleccion natural y concentradas en un espacio limitado, en cuyo caso hubieran formado uma teta. No es ma- por la dificultad en comprender cómo las ramificadas espinas de algun antiguo cquinodermo á quien servian como de defen- sa, se desarrollaron por medio de la seleccion natural hasta pe- dicellariæ tridáctilas, que para entender el desarrollo de las pinzas (le los crustáceos por medio de modificaciones ligeras utilizables en los segmentos último y penúltimo de un miem- bro que al principio sólo se usaba para la locomocion. En las avicularias y vibrículas de los polizoas tenemos órganos muy diferentes en apariencia, desarrollados del mismo origen; y en las vibráculas podemos entender cómo habrán sido de uti- lidad las gradaciones sucesivas. En los pollinia de las orquideas, los hilos que en un princi- pio sirvieron para unir los granos de pólen, pueden ser traza- dos hasta que llegan á ser caudiculas; é igualmente pueden se- guirse los pasos por los cuales la materia viscosa, tal como la secretan los estigmas de las flores ordinarias, y sirviendo toda- vía al mismo propósito, aunque no enteramente, llegaron á unirse á los extremos libres de las caudículas; siendo todas estas gradaciones en beneficio manifiesto de las plantas en cuestion. Se ha preguntado frecuentemente: si la seleccion natural es tan potente, ¿por qué ciertas especies no han adquirido esta ó la otra estructura, que al parecer les hubiera sido ventajosa? Pero no es razonable esperar una contestacion precisa á tales preguntas, considerando nuestra ignorancia sobre la historia pasada de cada especie y sobre las condiciones que en la ac- tualidad determinan su distribucion y número. En la mayor parte de los casos solamente pueden darse razones generales; pero en algunos pocos las hay especiales. Así, pues, para adap- tar una especie á nuevos hábitos de vida, son casi indispensa- bles muchas modificaciones coordinadas, y puede haber suce- dido á menudo que las partes necesarias no hayan variado en