252 ORIGEN DE LAS ESPECIES del cuerpo, incluyendo las aletas laterales, auque Yarrel piensa que el reducido tamaño de estas aletas es ventajoso para el pez, « porque tienen mucho menos sitio para sus operacio- nes que las más grandes de encima.» Quizás el menor número de dientes en la proporcion de 4 a 7 cn las mitades superiores de las dos quijadas de la platija, á 25 á 30 en las mitades in- feriores, pueda de igual manera ser explicado por el desuso. Por el estado incoloro de la superficie ventral de la mayor parte de los peces y de muchos animales más, podemos su- poner razonablemente que la falta de color en el pez chato en el costado, que llevan debajo, sea el izquierdo ó el derecho, es debida á la exclusion de la luz. Pero no podemos suponer que sean debidos á la accion de la luz el aspecto peculiar y manchado de la parte superior del lenguado, tan igual al are- noso lecho del mar, ni el poder en algunas especies, como lo ha demostrado recientemente Pouchet, de cambiar su color en conformidad con la superficie que les rodea, ni la presencia de tubérculos huesosos en la parte superior del rodaballo. Es pro- bable que aquí la seleccion natural haya entrado en juego lo mismo que para adaptar la figura general del cuerpo de estos peces y muchas otras peculiaridades, á sus hábitos de vida. Tenemos que no olvidar, como antes he dicho, que la seleccion natural fortalece los heredados efectos del mayor o menor uso de las partes, y quizás de su desuso. Porque todas las varia- ciones espontáneas en el buen sentido serán por ella conser- vadas, como lo serán tambien aquellos indivíduos que here- den en el más alto grado los efectos del uso aumentado y ven- tajoso de una parte cualquiera. Parece imposible decidir cuán- to hay que atribuir en cada caso particular á los efectos del uso, y cuánto á la seleccion natural. Puedo dar otro ejemplo de una estructura que en la apa- riencia debe su origen exclusivamente al uso ó hábito. La extremidad de la cola de algunos monos americanos ha sido convertida en un órgano prehensil, tan maravillosamente perfecto, que sirve como una quinta mano. Un escritor de re- vista, que está de acuerdo con M. Mivart en todos los detalles, observa al hablar de esta estructura: «Es imposible creer que en un número cualquiera de generaciones, la primera ligera tendencia incipiente para agarrar pudiera conservar las vidas de los indivíduos que la poseyeran, ó favorecer sus proba-
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