244 ORIGEN DE LAS ESPECIES jetos, tales como hojas verdes ó caidas, ramas muertas, peda- citos de líquen, flores, espinas, escremento de pájaros y á otros insectos vivos; pero á este último punto volveré más tarde. El parecido es frecuentemente tanto que asombra, y no se limita al color sino que se extiende á la forma y áun á las posturas que adoptan los insectos. Las orugas que se proyectan inmó- viles como ramillas secas de los arbustos en que se alimentan, ofrecen un excelente ejemplo de un parecido de esta clase. Los casos de imitacion de objetos tales, como el excremento de los pájaros, son raros y excepcionales. En este punto observa M. Mivart; «como, segun la teoría de Mr. Darwin, hay una tendencia constante ávariacion indefinida, y cómo las insignifi- cantes variaciones incipientes serán en todas direcciones, deben tender á neutralizarse entre sí y a formar al principio modifica- ciones tan inestables, que es difícil, si no imposible, ver cómo tan indefinidas oscilaciones de principios infinitesimales pue- dan nunca construir un parecido suficientemente apreciable á una hoja, bambú ú otro objeto cualquiera , para que la selec- cion natural pueda apoderarse de él y perpetuarlo.» Pero en todos los casos que anteceden, los insectos en su es- tado primitivo, presentaban sin duda algun parecido rudo y accidental á un objeto de los más comunes en los sitios que frecuentaban. No es esto completamente improbable, conside- rando el número casi infinito de objetos y la diversidad de forma y color de la multitud de insectos que existen. Como es necesario que exista algun tosco parecido para empezar, podemos entender por qué los animales mayores y superiores (con la excepcion que yo sepa de un pez), no se parecen á objetos especiales para su proteccion, y sí solamente a la superficie que comunmente les rodea, y esto principalmente en el color. Suponiendo que un insecto llegó primitivamente á parecerse en algun tanto á una rama seca ó á una hoja caida, y que varia ligeramento de muchas maneras, todas las variaciones que hi- cieran al insecto más igual al dicho objeto y que por esto fa- vorecieran su escape, serian conservadas, mientras que otras variaciones serian descuidadas, y por último perdidas; ó si ha- cian al insecto de cualquier modo ménos parecido al objeto imitado, serian eliminadas. La objecion de M. Mivart tendria generalmente ſuerza si tratáramos de explicar los parecidos expresados independientemente de la seleccion natural y por
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