OBJECIONES Á LA TEORIA 237 que es de alta importancia vital para la especio. Así, pues, y yo me inclino á creerlo, las diferencias morfológicas que con- sideramos nosotros importantes, tales como el arreglo de las hojas, las divisiones do la flor ó del ovario, la posicion de los óvulos, etc., aparecieron en muchos casos primeramente como variaciones luctuantes que más pronto ó más tarde se hicie- ron constantes por la naturaleza del organismo y de las condi- ciones ambientes, como tambien por el cruzamiento entre dis- tintos indivíduos, pero no por la seleccion natural; porque como estos caracteres morfológicos no afectan al bienestar de la especio, cualquier pequeña variacion en ellos no pudo haber sido gobernada ó aumentada por la última causa dicha. Ex- traño resultado es este á que llegamos; á saber: que los carac- teres de poca importancia vital para las especies, son los más importantes para el sistemático; pero, como ya veremos cuando tratemos del principio genético de clasificacion, no es esto de ningun modo tan paradójico como á primera vista parece. Aunque no tenemos pruebas buenas de la existencia en los séres orgánicos de una tendencia innata hacia el desarrollo progresivo, sin embargo éste necesariamente es consecuencia, como ya he intentado demostrar en el capítulo cuarto, de la accion continuada de la seleccion natural. Porque la mejor definicion que se ha dado nunca para un alto tipo de organi- zacion es el grado en que las partes han sido especializadas ó diferenciadas; y la seleccion natural tiende siempre hacia este fin, por cuanto las partes pueden de este modo cumplir más eficazmente sus funciones. Un distinguido zoólogo, M. Saint George Mivart, ha reunido recientemente todas las objeciones que se han hecho siempre por otros y por mí contra la teoría de la seleccion natural, tal como la hemos expuesto Mr. Vallace y yo, y ha aclarado aque- llas por ejemplos dados con admirable arte. Cuando se las ve así agrupadas, tienen un formidable aspecto; y como no entra en los planes de M. Mivart dar los varios hechos y considera- ciones opuestos á sus conclusiones, no le queda al lector, que pueda descar oir en el asunto á las dos partes, el más ligero esfuerzo do razon y memoria. Cuando discute casos especiales, pasa M. Mivart en silencio los efectos del mayor o menor uso de las partes, que yo siempre he sostenido ser altamente im- portante y que he tratado con mayor extension que ningun otro
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