DOCTRINA UTILITARIA: BELLEZA 219 aplicacion á las frutas; que una fresa ó una cereza madura, es tan agradable a la vista como al paladar; que la fruta de her- mosos colores del árbol bonetero y los granos escarlata del aceho son objetos hermosos, es por todos admitido. Pero esta belleza sirve meramente de guia á los pájaros y á las bestias para quo puedan devorar el fruto y diseminar las semillas en el estiercol: infiero que así sucede por no haber encontrado todavía excepcion a la regla de que, cuando las semillas están en el interior de un fruto de cualquiera clase, esto es, envuel- tas en una masa carnosa o pulposa, si el fruto tiene color ó algun tinte brillante ó se hace visible, por sor blanco o negro, son aquellas diseminadas siempre de este modo. Por otra parte, admito voluntariamente que un gran número de animales machos, como todos nuestros pájaros más primo- rosos, algunos peces, reptiles y mamíferos, y una caterva de ma- riposas do magníficos colores, han sido hechos hermosos sólo en aras de la belleza; pero esto se ha efectuado por medio de la seleccion sexual, esto es, porque las hembras han preferido continuamente á los machos más hermosos, y no para deleito del hombre. Lo mismo sucede con la música de los pájaros. Podemos deducir de todo esto, que existe en una gran parte del reino animal un gusto muy semejante por los colores hermo- sos y por los sonidos musicales. Cuando la hembra ticne colo- l'es tan bellos como los del macho, lo cual sucede frecuente- mente en las aves y mariposas, consiste al parecer en que los colores adquiridos por medio de la seleccion sexual, han sido trasmitidos á los dos sexos en vez de serlo solamente a los machos. Cómo se desarrolló primero en la mente del hombro de los animales inferiores el sentido de la belleza en su forma más simple, esto es, la especie particular de placer que moti- van ciertos colores, formas y sonidos, es un punto oscurisimo. El mismo género de dificultades se presenta, si tratamos de averiguar por qué ciertos sabores y colores causan placer, y otros al contrario. El hábito en todos estos casos parece haber entrado en juego hasta cierto punto; mas debe de haber alguna causa fundamental en la constitucion del sistema nervioso do cada especie. La seleccion natural no puede producir ninguna modifica- cion en una especie, exclusivamente para el bien de otra espe- cie, aunque en la naturaleza una especie incesantemente se y
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