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—Sí, muy guapo.

—Estoy segura de que no conozco otro tan guapo; pero en la galería del piso superior verán ustedes un retrato de él mejor y más grande. Este cuarto era el favorito de mi anterior amo, y estas miniaturas se hallan exactamente como solían estar entonces. Le gustaban mucho. Eso explicó a Isabel por qué las de Wickham se encontraban entre ellas. La señora Reynolds dirigió entonces la atención de los amos hacia una de la señorita de Darcy pintada cuando sólo tenía ocho años.

—Y la señorita de Darcy jes tan guapa como su hermano?—preguntó la señora de Gardiner.

—¡Oh!, sí; la más bella señorita que se ha visto; ¡y tan completa! Toca y canta durante todo el día. En la habitación próxima hay un piano nuevo, recién traído para ella, regalo de mi amo. Ella viene mañana con él.

El señor Gardiner, cuyos modales eran complacientes y amables, la animaba a hablar con preguntas y advertencias, y la señora Reynolds, ya por orgullo, ya por afecto, tenía evidentemente gran satisfacción en dar noticias de su amo y de la hermana de éste.

—¿Reside su amo de usted en Pemberley mucho tiempo durante el año?

—No tanto como yo querría; pero puedo afirmar que pasa aquí la mitad del tiempo; y en cuanto a là señorita de Darcy, se queda aquí siempre durante los meses de verano.