Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/238

Esta página ha sido corregida
236
 

puestos en razón y sus expresiones hubieran sido más moderadas! Habríale eso ahorrado ciertas explicaciones y confesiones que temía muchísimo hacer; mas ahora eran precisas; y así, le aseguró a su padre con alguna confusión su afecto hacia Darcy.

—Es decir, que estás decidida a poseerlo. Es rico, ciertamente; podrás disfrutar de más bonitos vestidos y de elegantes coches. Pero ¿te hará feliz?

—¿No tienes otra objeción que hacer—contestó Isabel—sino el creerme indiferente?

—Ninguna más. Todos sabemos que es hombre orgulloso y desagradable; pero eso nada importa si te gusta.

—Pues me gusta, me gusta—replicó ella con lágrimas en los ojos—; le amo. Buena verdad es que no tiene orgullo; es de todo punto amable. No sabes lo que es en realidad; por eso te suplico que no me apenes hablándome de él en esos términos.

—Isabel—añadió su padre—, le he dado mi consentimiento. Cierto que es hombre a quien no rehusaría jamás nada que quisiera pedirme. Ahora te lo entrego si estás resuelta a tomarlo. Mas déjame que te advierta que lo pienses mejor. Sé que no podrás ser dichosa ni respetable si no amas a tu marido, si no le consideras como un superior. Tu viveza te colocaría en los mayores peligros con un matrimonio desigual; con dificultad evitarías el descrédito y la desgracia. Hija mía, no me des el sinsabor de verte incapaz de respetar a tu pareja en la vida. No sabes lo que eso es.