Página:Orgullo y prejuicio - Tomo II (1924).pdf/227

Esta página ha sido corregida
225
 

hace tiempo que estaba muy de corazón avergonzada de todo ello.

Darcy mencionó su carta.

—¿Le hizo a usted—díjole—, le hizo a usted pensar mejor de mí? ¿Dió usted crédito a su contenido al leerla?

Ella explicó cuál había sido su efecto y cuán gradualmente habíanle ido desapareciendo sus anteriores prejuicios.

—Sabía siguió él—que lo que escribiera había de apenar a usted, pero era preciso. Supongo que habrá usted destruído la carta. Había en la misma una parte, en especial el comienzo, que temería que usted la leyese segunda vez. Recuerdo ciertas expresiones que justamente podían hacer que usted me odiase.

—La carta se quemará desde luego si usted lo cree esencial para conservar mi afecto; pero aunque ambos tengamos razón para pensar que mis opiniones no son por completo invariables, no creo que hayan cambiado con tanta facilidad como implica lo que usted dice.

—Cuando escribí semejante carta—replicó Darcy—me juzgaba tranquilo y frío en absoluto; pero después me convencí de que fué escrita con tremenda amargura de ánimo.

—Acaso comenzaba con amargura; pero no terminaba así; la despedida era la caridad misma. Pero no piense usted más en la carta. Los sentimientos de la persona que la escribió y los de la que la recibió son al presente tan diferentes de lo que

Orgullo y prejuicio.—T. II.
15