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si no puedes adivinar con quién, creeré que eres una tonta, pues no hay sino un hombre en el mundo a quien yo amo, y el tal es un ángel. Nunca sería feliz sin él; y así, no reputo por daño el irme. No tienes que decir palabra de mi ida en Longbourn si no quieres, porque así será mayor la sorpresa cuando les escriba y firme como Lydia Wickham. ¡Qué buena broma será! Casi no puedo escribir de risa. Suplícote que me excuses con Pratt por no cumplir mi compromiso de bailar con él esta noche; díle que espero que me dispense cuando sepa todo; y añádele que bailaré con él con mucho gusto en el primer baile en que nos encontremos. Enviaré por mis vestidos cuando vaya a Longbourn; mas deseo que le digas a Sally que componga un gran rasguño de mi traje de muselina bordada antes de que lo empaquetes. Adiós. Da mis recuerdos al coronel Forster. Supongo que brindarás por nuestro feliz viaje.

»Tu afectísima amiga,

»Lydia Bennet.»

—¡Oh loca, loca Lydia!—exclamó Isabel en cuanto la hubo terminado—. ¡Qué carta ésta para escrita en semejante momento! Pero a lo menos muestra que tomaba en serio el objeto de su viaje; sea cualquiera la cosa a que él después pueda haberle persuadido, por su parte no era el suyo plan infamante. ¡Pobre padre mío! ¡Cómo lo habrá sentido!

—Jamás he visto a nadie tan disgustado; no pudo articular una palabra durante diez minutos