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—Temo que hace tiempo desee usted mi ausencia, y nada me es dado alegar como excusa de mi permanencia aquí, fuera de un verdadero aunque inútil interés. ¡Quiera el Cielo que pueda yo decir o hacer por mi parte algo que proporcione consuelo en semejante desgracia! Mas no quiero atormentar a usted con deseos que parecerían pretender de propósito el agradecimiento de usted. Temo que este infortunado asunto haya de privar a mi hermana del gusto de ver a usted hoy en Pemberley.

—¡Oh, sí!; tenga usted la bondad de excusarnos con la señorita de Darcy. Dígale usted que asuntos urgentes nos llaman a casa sin demora. Oculte usted la triste verdad cuanto sea posible. Sé que no podrá ser mucho.

El le ofreció al punto seguridades de su secreto, expresó de nuevo su pena por la desgracia, deseóle más feliz remate del asunto del que razonablemente podía esperarse entonces, y encargándole que saludara a sus parientes, con sólo una seria mirada de despedida se marchó.

Cuando abandonó la habitación, Isabel comprendió cuán poco probable era que se viesen de nuevo de aquel modo cordial que había caracterizado sus encuentros en el condado de Derby; y al lanzar una ojeada retrospectiva sobre la totalidad de su relación con él, tan llena de contradicciones y variaciones, conoció lo perverso de unos sentimientos que ahora habrían promovido la continuación de la misma y antes le habrían regocijado con su terminación.