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CXXIII
Introducción

por miserable caida, en las cuales daban no pequeño empacho á los viandantes los pedazos rotos de muy grandes colunas y montones que de una parte y de otra estaban fechos de muros destroydos. Ya llegó delante del Capitolio, donde no vió, segund se falló escripto, aquella maiestad de la antigüedad y dignidad del señorío. Mas lo que había aun remanescido de las probrezas caidas se podía juzgar cuerpo de edificio muerto y afeado con llagas...»[1].

No nos detendremos en la parte militar del libro; baste decir que el autor tenía puestos los ojos en la legión romana, como era de esperar de sus estudios y aficiones, y aunque extraño al ejercicio de las armas, obedecía á aquel grande impulso que en los albores de la Edad Moderna iba á transformar el arte de la guerra con el ejemplo vivo de las campañas del Gran Capitán y con los preceptos de Maquiavelo.

Salvo algún ligero resabio de afectación retórica, el Tratado de la perfección del triunfo militar es uno de los libros mejor escritos del siglo XV. Alonso de Palencia vacia su frase en el molde latino; pero no desatentadamente y sin gusto, como lo habían hecho el traductor del Omero romanzado y el autor de los Trabajos de Hércules, sino con cabal conocimiento de ambas lenguas y con el tino suficiente para no romper á tontas y á locas el organismo gramatical de la nuestra. Educado por el obispo D. Alonso de Cartagena, que conservó cierta sobriedad en el latinismo, y familiarizado luego en Italia con la cultura clásica de primera mano, discípulo de Jorge de Trebisonda y familiar del cardenal Bessarión, llegó á adquirir una idea noble y alta del estilo, y si en sus obras latinas no llegó á realizarla, no fueron infelices sus conatos para imprimir en la lengua nativa un sello grave y majestuoso, una especie de dignidad romana, bastante bien sostenida. Y como al mismo tiempo era hombre de lozana fantasía, venció con talento las dificultades del género alegórico, amenizando sus razonamientos, que se deslizan con suave corriente y largos rodeos, á estilo ciceroniano. Páginas hay en el Triunfo y en la Batalla de los lobos y perros dignas de cualquier prosista clásico del tiempo del emperador Carlos V. Los Olivas, los Guevaras, los Valdés, tienen en él un precursor muy digno, aunque con las imperfecciones anejas al primer ensayo[2].

Anterior á los opúsculos de Alonso de Palencia es la Visión delectable de la filosofía y artes liberales, compuesta por el Bachiller Alfonso de la Torre para instrucción del príncipe de Viana; pero creemos que esta obra, una de las más notables que produjo el ingenio español en el siglo XV, no entra en el cuadro de la novela, aunque ofrezca cierta composición artística, del mismo modo que no se incluyen en la historia de la novela latina el libro de Marciano Capella, De nuptiis Mercurii et Philologiae, ni el De consolatione de Boecio, que parecen ser los dos modelos que el bachiller La Torre tuvo presentes. Su obra es una enciclopedia de carácter primordialmente científico, por más

  1. Pág. 102.
  2. Las primeras ediciones de estos opúsculos de Alonso de Palencia, impresas en caracteres góticos á fines del siglo XV, sin año ni lugar de impresión, son de extremada rareza. De la Batalla campal de los perros y lobos no se conoce más ejemplar que el de la Biblioteca de Palacio, procedente de la Mayansiana. Eli original latino de la Perfección del triunfo militar se guarda en un códice de la Biblioteca Capitular de Toledo. De la versión castellana hay un ejemplar impreso en la Biblioteca Nacional y otro poseyó Salvá. Ambos tratados fueron reimpresos en la colección de Libros de antaño (tomo V, 1876) por el docto y malogrado académico D. Antonio María Fabié, con un buen estudio biográfico y un glosario.