compuesto para «experimentar por estas fablillas cuánto valdría mi péñola en la historial composición de los hechos de España». No sin fundamento se ha sospechado, y el autor mismo parece insinuarlo, que es la Batalla campal una sátira política disfrazada. Si algo hay de esto, hemos perdido la clave; de todos modos, no puede referirse al período más turbulento del reinado de Enrique IV, puesto que fué compuesta muy á los principios de él, en 1457, cuando la guerra civil no había estallado ni era de temer aún. Leída sin prevención, la Batalla de los lobos es un grande apólogo, que, por su generalidad, puede aplicarse á cualquier batalla y contienda humana, y que da pretexto al autor para ejercitar la pluma en describir consejos militares, ardides y astucias de guerra, y poner pulidas arengas en boca de los animales, adiestrándose así para la narración histórica que iba á emprender en sus Décadas. Creemos que el valiente lobo Harpaleo, el rey Antarton y su esposa Lecada; el fuerte Halipa, capitán de los perros, y los demás personajes de esta fábula, no encierran misterio alguno en sus hechos ni en sus dichos. La raposa (Calidina) interviene en el libro como embajadora y va á notificar la guerra á los perros como faraute; pero no parece de la misma casta que la diabólica zorra de los poemas franceses, y es asimismo independiente de la tradición del Calila y Dimna seguida por Ramón Lull. Los elementos que combina Alonso de Palencia pertenecen todos á la fábula esópica, y quizá tuvo presente también la Batracomiomaquia, que cita al principio: «Fizo lo semeiante el muy artificioso y muy grande Homero, sabidor en todas las artes, el cual antes que començase escribir la Iliada, muy fondo piélago de grandes y maravillosas batallas, compuso la guerra de las ranas y mures, sin dubda contienda entre animales viles, mas no con vil péñola escrita. E yo, cobdiciando seguir, o muy valeroso varón (su amigo Alfonso de Herrera, á quien dedica el tratado), el camino y doctrina de tan gran cabdillo, antes que pusiese la péñola en escribir los fechos de España, quise someter á tu sabia enmienda lo que sobre la guerra cruel entre los lobos y perros habida compuse».
Á esta novelita de animales siguió dos años después (1459) otra fablilla más importante por algunas curiosidades históricas que contiene y también por ser uno de los más antiguos ejemplares de la literatura militar española, que tanto había de florecer en la centuria décimasexta. Partiendo del principio de que los españoles brillan más por el valor que por la disciplina, y son «más aptos para exercitar las armas que sometidos á orden y obediencia, de donde proceden muchos inestimables daños e quizá menguas», personifica la milicia española en un mancebo llamado Exercicio, que va á buscar la enseñanza y la perfección del triunfo en Italia, y acaba por asistir en Nápoles á la gloriosa entrada de Alfonso V de Aragón (disfrazado con el nombre de Gloridoneo) en 26 de febrero de 1443. El libro, á pesar de la frialdad que pudiera recelarse de la continua presencia de figuras alegóricas, tales como la Discreción, la Prudencia, la Obediencia y el mismo Triunfo, es de amena y fácil lectura, y tiene todo el interés de un viaje por comarcas que el mismo Alonso de Palencia había recorrido y cuyas costumbres había observado sagazmente. Notable es bajo este aspecto la descripción de Barcelona, que «resplandece por un increíble aparato sobre las otras cibdades de España», aunque se encontraba entonces en cierta decadencia comercial, y un ciudadano le dijo que retenía solamente una faz afitada de lo que había sido. Así y todo, comparándola con la anarquía y postración de Castilla, no puede contener su entusiasmo y exclama: «Oh buen Dios, ya agora miro una çibdad situada en una secura, y en medio de la esterilidad es muy abundosa, y veo los cibdadanos vencedores sin tener natural apareio, y el pueblo