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Origenes de la novela

mosca que face roido, é á postremas viene un grand viento que todo lo lieva. El gran viento es la hora de la muerte, etc.».

Nada hallamos de peculiarmente español en el Libro de los Gatos, que parece traducción bien hecha de algún Liber Similitudinum escrito en latín. Su sátira es tan general que puede aplicarse á cualquier nación de la Edad Media, y la irreverencia de algunos cuentos recuerda las canciones de los goliardos, ó los episodios de la burlesca epopeya, francesa ó flamenca, cuyo protagonista es el zorro. El exemplo 46 de la muerte del lobo llega hasta la parodia sacrílega. Citaremos alguno más mesurado de tono; sea el XIX (exemplo del lobo con los monjes): «El lobo una vegada quiso ser monje é rogó á un convento de monjes que lo quisiesen y recebir, é los monjes ficiéronlo ansí, é ficieron al lobo la corona é diéronle cugula é todas las otras cosas que pertenecen al monje, é pusiéronle á leer Pater noster. Él en lugar de decir Pater noster, siempre decía «Cordero ó carnero», é decíanle que parase mientes al crucifijo é al cuerpo de Dios. Él siempre cataba al cordero ó al carnero. Bien ansí acaesce á muchos monjes, que en logar de aprender la regla de la Orden, é sacar della casos que pertenescen á Dios, siempre responden e llaman «carnero», que se entiende por las buenas viandas, é por el vino, é por otros vicios deste mundo».

Algunos de los ejemplos del Libro de los Gatos son fábulas esópicas de las más conocidas, como el Galápago y el Águila; el Lobo y la Cigüeña; el de los dos ratones, ciudadano y campesino. La del cazador y las perdices se halla también en el Conde Lucanor, aunque con variantes y distinta aplicación. Cuentos propiamente dichos, y de alguna extensión, no hay más que las parábolas de los dos compañeros que apostaron el uno á decir verdad y el otro á mentir, y la «de un ome que había nombre Galter», tomada del capítulo CI del Gesta Romanorum. No fueron ciertamente las únicas obras que se compusieron ó tradujeron al castellano en aquella primera edad de nuestra literatura. En esos mismos libros encontramos mencionados otros cuyos títulos excitan sobremanera la curiosidad. ¿Qué sería el Libro del Oso, alegado en el de los Gatos? ¿Qué el libro de las trufas de los pleytos de Julio César, citado por el compilador del Libro de los Exemplos?

Repertorios de anécdotas con fin ascético y predicable hubo también en las demás literaturas de la Península. Los portugueses poseen el Orto do Sposo, de Fr. Hermenegildo Tancos, monje cisterciense de Alcobaza, que escribía en el siglo XIV[1]. En catalán existe, por lo menos, un Recull de eximplis e miracles, gestes e faules e altres ligendes ordenades per A. B. C.[2], texto del siglo XV que está evidentemente traducido del castellano[3], pero no de la Suma de Exemplos de Clemente Sánchez, aunque sigue el mismo plan alfabético y tiene muchos cuentos comunes. Libros por el estilo debía de haber en casi todos los monasterios. La colección catalana es de las más copiosas, pues llega á la enorme cifra de 712 ejemplos, incluyendo algunos que no suelen figurar en

  1. Casi todos sus ejemplos han sido publicados por J. Cornu (Vieux textes portugais en la Romania, tomo XI) y por Teófilo Braga en sus Contos tradicionaes do Povo Portuguez, t. II, pp. 36-60.
  2. Recull de exemplis e miracles, gestes e faules e altres ligendes ordenades per A. B. C., tretes de un manuscrit en pergami del començament del segle XV, ara per primera volta estampades (son dos tomos de la Biblioteca Catalana de Aguiló, que carecen todavía de portada y preliminares).
  3. Lo demostró D. Cayetano Vidal y Valenciano en un artículo inserto en Lo Gay Saber, Barcelona, 15 de mayo de 1881.