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CIII
Introducción

el siglo XIII. Ninguno de los que se han citado hasta ahora, incluso el de Esteban de Besanzón, convienen con nuestro texto, aunque algunos ejemplos se repitan en todos. Las narraciones del arcediano de Valderas pertenecen al fondo común, y él mismo indica las fuentes de muchas de ellas; pero estas fuentes ¿las consultó por sí mismo? En algunos casos nos parece que sí. La Disciplina Clericalis de Pedro Alfonso está íntegra y fielmente traducida en el Libro de exemplos. No hemos hecho igual comparación con los Diálogos de San Gregorio, que cita á cada momento; con las Vidas y colaciones de los Santos Padres; con los Hechos y dichos Memorables, de Valerio Máximo; con la Ciudad de Dios, de San Agustín; con la enciclopedia de Bartolomé Anglico, De proprietatibus rerum; pero nos parece seguro que todas estas obras, de tan vulgar lectura en la Edad Media, le eran familiares, y las explotó directamente. Otras citas pueden ser de segunda mano, y en cambio hay muchos cuentos tomados del Gesta Romanorum, obra que no cita nunca. El estilo nada tiene de particular, aunque es puro y sencillo: la narración es tan somera y rápida como en las Cento novelle antiche, pero el libro es de inestimable valor para la literatura comparada y merece un largo comentario, que todavía no ha obtenido[1], menos feliz en esto que la colección italiana, magistralmente estudiada por Alejandro de Ancona.

Acompaña al Libro de los exemplos, en el manuscrito de nuestra Biblioteca Nacional y en la edición de Gayangos, otra colección de cincuenta y ocho exemplos que llevan el título enigmático de Libro de los Gatos, no justificado por el contexto, pues aunque casi todos los apólogos son de animales, sólo en seis ó siete de ellos interviene el gato. Acaso el autor entendía figuradamente por gatos á los que son blanco predilecto de su sátira. Porque en este libro, mucho mejor escrito que el de los Exemplos y que todos los de su género, exceptuando los de D. Juan Manuel, lo que importa menos es el apólogo, que á veces no pasa de una ligera comparación ó semejanza, sino la sátira enconada, acerba, feroz, que recuerda el espíritu y aun los procedimientos del Roman de Renart en sus últimas formas. Esta sátira, no blanda y chistosa como la del Archipreste, sino armada de fuego y disciplinas, recae sobre las más elevadas condiciones sociales: sobre los magnates y ricos hombres tiranos, robadores y opresores de los pobres; sobre la corrupción y venalidad de los alcaldes y merinos reales, pero muy especialmente sobre los vicios de la clerecía secular y regular. Véase alguna muestra de estas invectivas, que reflejan fielmente el desorden moral del siglo XIV, bien conocido por otros documentos: «Debedes saber que son muchas maneras de moscas; hay unas moscas que fieren muy mal é son muy acuciosas por facer mal, é otras que ensucian, é otras que facen gran roido. La mosca que muerde se entiende por algunos clérigos que han beneficios en las iglesias, é mantiénense con ello commo avarientos, é non lo quieren dar á los pobres, antes allegan dineros, é todo su cuidado é todo su entendimiento es puesto en tomar dineros de sus clérigos, é en allegar grand tesoro, commo quier que ellos tienen asaz de lo suyo; aquestos tales son moscas que fieren. Otrosí, algunos son que viven lujuriosamente, é tienen barraganas é fijos, é expenden cuanto han de la iglesia; en aquestos es la mosca que ensucia. Otrosí hay otras maneras de clérigos que tienen muchas compañas é muchos escuderos é muchos caballeros; aquellos son semejantes á la

  1. Véanse, sin embargo, las indicaciones copiosas y útiles del Conde de Puymaigre (Les Vieux Auteurs Castillans, 2.ª edición, 1890, pp. 107-116).