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XCV
Introducción

Era tan inclinado D. Juan Manuel á la forma del apólogo, que lo usó hasta en el prólogo general de sus obras, donde intercala el del trovador de Perpiñán y el zapatero que le estropeaba sus versos. Esta anécdota, que se encuentra también, atribuida á Dante con un herrero, en uno de los cuentos de Sacchetti, hizo sospechar á D. Manuel Milá que acaso las novelas rimadas de los provenzales, de las cuales es una muestra dicho apólogo, pudieran contarse entre las fuentes posibles del Conde Lucanor. Aunque el caso sea aislado, la sospecha no parece inverosímil, si se considera que D. Juan Manuel conocía la literatura catalana, tan emparentada con la provenzal, ó imitó alguna vez á Ramón Lull. Además, en la poesía provenzal, propiamente dicha, uno de los principales representantes del género narrativo era español de nacimiento, aunque intransigente purista en cuanto al empleo de la lengua clásica de los trovadores: el gramático y preceptista Ramón Vidal de Besalú, que visitó la corte de Alfonso VIII de Castilla, donde supone recitada su liviana novela del Castia-gilós (castigo ó amonestación de celosos), una variante del eterno tema del marido burlado, apaleado y contento[1]. Pero de la novela

  1. Acerca de Ramón Vidal y sus lindos cuentos ó narraciones métricas, En aquell temps... Unas novas... Abril issi' e mays intruva... véanse Los Trovadores en España, de Milá y Fontanals (tomo II de sus Obras, pág. 233 y ss.). Visitó este trovador todas las cortes poéticas de España y del Mediodía de Francia, y es muy interesante la descripción que hace de la de Alfonso VIII de Castilla, «el rey más sabio que hubo de ninguna ley, coronado de prez, de sentido, de valor y de proeza»:

    «Unas novas vuelh contar
    Que auzi dir á un joglar
    En la cort del pus savi rey
    Que anc fos de neguna ley,
    Del rey de Castela N'Anfos
    E qui era conduiz e dos
    Sens e valors e cortesía
    E engenhs e cavalairia
    Qu'el non era ohns ni sagratz
    Mas de pretz era coronatz
    E de sen e de lialeza
    E de valor e de proeza».

    En los fáciles versos de Ramón Vidal revive á nuestros ojos aquella brillante corte que oyó la novela del Castiá-gilós, y se levanta la gentil figura de Leonor de Inglaterra, «ceñido el manto rojo de cisclatón con listas de plata y leones de oro».

    Los versos de Ramón Vidal ilustran la historia de la poesía provenzal más que su propia Poética. Por él conocemos la vida errante de los juglares, ocupados en llevar de una parte á otra versos y canciones, novas, saludos, cuentos y lays. Aunque suele lamentarse de la decadencia en que por falta de protección y mengua de liberalidad en los grandes señores comenzaba á verse en sus días la poesía lírica, nunca le faltaron Mecenas, como el caballero catalán Hugo de Mataplana, de cuyo castillo y de las fiestas que en él se daban hay una linda descripción en cierto poemita de R. Vidal, donde se presenta un arbitraje algo parecido al de las Cortes de Amor reales ó ficticias. (Vid. Mahn, Gedichte der Troubadours in Provenzalischer Sprache, II, p. 23 y ss. En aquell temp...).

    Hay que recurrir á la incómoda edición de Mahn (donde el texto está escrito como prosa), porque Milá no quiso publicar íntegras ni ésta ni las otras narraciones de Ramón Vidal, por escrúpulos morales bastante fundados. Tenía nuestro poeta una casuística amorosa algo pedantesca y no poco laxa, basada principalmente en las sentencias de antiguos trovadores, tales como Bernardo de Ventadorn, Giraldo de Borneil, Arnaldo Marueil, etc. De ellos conserva la ligereza de tono y la falta de sentido ético; pero tanto en el fondo como en la forma, es visible la preocupación retórica de quien afectaba ser preceptista, así de urbanidad y buen tono cortesano como de gramática, mostrándose en lo uno y en lo otro nimio hasta el exceso é intransigente celador de las tradiciones aristocráticas de los finos amantes y los donadores valientes y corteses.