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XCIII
Introducción

puerta tampoco al elemento antimonástico y anticlerical, que en la obra de Boccaccio tiene tanta parte. Hay en el Conde Lucanor fábulas esópicas y orientales como la del raposo y el cuervo; la de la golondrina cuando vió sembrar el lino; la de Doña Truhana, que vertió la olla de miel por distraerse en pensamientos ambiciosos y vanos; la de los dos caballos y el león; la del raposo y el gallo; la de los cuervos y los búhos; la del león y el toro (que se encuentra, como la anterior, en el Pantschatantra y en el Hitopadesa); la del raposo que se hizo el muerto (contada también por el Arcipreste de Hita); la del falcón sacre, el águila y la garza, que es una anécdota de caza acontecida á su propio padre el Infante D. Manuel. Otras son sencillas parábolas, como la de las hormigas; la del corazón del avaro lombardo, que se encontró después de su muerte en el fondo del arca de sus caudales, ó las palabras que dijo un genovés moribundo á su alma. Otras son alegorías bastante desarrolladas, como la del Bien y el Mal y la de la Mentira y la Verdad. Abundan, como hemos visto, los ejemplos de la historia patria y de las ajenas, y los casos y escenas de la vida familiar. El cuento maravilloso está dignamente representado, aunque por muy pocos ejemplares, como el sabrosísimo de don Illán y el del hombre que se hizo amigo y vasallo del diablo, á quien invocaba con el nombre de D. Martín. Son cuentos de profundísima intención satírica el del paño mágico y el del alquimista. Finalmente, parece imposible reunir en tan corto espacio tantas fuentes de interés diversas. No es maravilla que al repasar las hojas de tan ameno libro nos salgan al paso á cada momento asuntos que nos son familiares. El salto del Rey Richarte de Inglaterra es una leyenda análoga á la de El Condenado por desconfiado, aunque D. Juan Manuel la trata más caballeresca que teológicamente. El apólogo de los dos sabios en La Vida es sueño se titula en El Conde Lucanor: «De lo que aconteció á un home que por pobreza et mengua de otra vianda comia atramuces». El mismo Calderón, y antes de él Lope de Vega, en su comedia La Pobreza Estimada, dramatizaron el caso del conde de Provenza y el consejo que le dió Saladino respecto del matrimonio de su hija. La Fiera Domada, de Shakespeare (Taming of the shrew), tiene el mismo argumento que la historia, deliciosamente contada, del «mancebo que casó con una mujer muy fuerte et muy brava». El apólogo del filósofo que fingiendo entender la lengua de las cornejas corrigió al Príncipe de cuya educación estaba encargado pasó al Gil Blas, donde se atribuye equivocadamente á Bildpay. El cuento de los tres burladores que labraron el paño mágico (cuya idea fundamental es la misma de El retablo de las Maravillas, de Cervantes) se encuentra todavía en los cuentos daneses de Andersen, por imitación directa del Lucanor. Bastan estas sucintas indicaciones para comprender la importancia que el Conde Lucanor tiene en la tradición literaria y en la novelística universal, en la cual figura acaso como el primer libro original de cuentos en prosa, puesto que el Novellino italiano del siglo XIII es cosa tan descarnada, tan seca, tan poco literaria, que deja atrás la sequedad de Pedro Alfonso y del compilador del Gesta Romanorum[1].

Porque la grande y verdadera originalidad de D. Juan Manuel consiste en el estilo. No puede decirse que creara nuestra prosa narrativa, porque de ella había admirables ejemplos en la Crónica general; pero aquella prosa tenía el carácter de las construcciones anónimas, participaba de la impersonalidad de la poesía épica, y en muchos casos era una

  1. Gesta Romanorum herausgegeben von Hermann Oesterley (Berlín, 1872).