Durante los primeros ocho ó diez meses Oliverio fué la víctima incruenta de la superchería y del dolo: criado con biberón, el muchacho estaba por demás hambriento. La inverosímil situación del huerfanito fué puesta en conocimiento de las autoridades de la Parroquia por las autoridades del Asilo. Aquéllas inquirieron de éstas con dignidad si no había en la «casa» alguna mujer que pudiera sustentar convenientemente á la criatura. Las autoridades del Refugio contestaron negativamente á la Comisión ejecutiva de la Hermandad, y ésta magnánima y humanitariamente resolvió que Oliverio fuese «pensionado», ó, en otras palabras, destinado á una especie de sucursal situada á tres millas de distancia, en la cual veinte ó treinta transgresores de la ley de Mendicidad se revolcaban por el suelo todo el día, sin los inconvenientes de demasiado vestido y demasiado alimento, bajo el maternal cuidado de una respetable señora que recibía pupilos infantiles á razón de siete peniques y medio por cabeza y por semana.
Setenta y cinco céntimos de peseta semanales es una bonita pensión para un nene: gran alimento puede proporcionársele por esos tres reales; quizás