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BIBLIOTECA CALLEJA

respondió el hospiciano—. ¡Ha intentado asesinarme, señor, y ha intentado a sesinar á Carlota, y también ha intentado asesinar á la dueña! ¡Oh; qué terribles dolores! ¡Qué agonía! ¡Dispense usted, señor!

Y Noé se retorcía y hacía contorsiones en todos sentidos, como si quisiera demostrar que Oliverio le había descoyuntado.

Cuando comprendió que el muñidor estaba bastante conmovido, quiso excitarle más quejándose de sus heridas más fuerte que antes; y al ver al caballero del chaleco blanco atravesar el patio, gimió más trágicamente para atraerse su simpatía y excitar la indignación del importante personaje.

Con efecto; el respetable cofrade no tardó en acercarse preguntando la causa de aquellos estridentes aullidos y por qué razón no le administraba el muñidor algún correctivo para que cesara en sus lamentaciones en sordecedoras.

—Es un pobre chico de la escuela de caridad, que ha estado á punto de ser asesinado, ¡nada menos que asesinado!, por el joven Twist.

—¡Por Júpiter!—exclamó el caballero sorprendido—. ¡No me extraña! ¡Siempre supuse que ese audaz salvajillo acabaría por ser ahorcado!

—Ha querido también asesinar á la criada—prosiguió Bumble con el rostro casi lívido de susto.

—¡Y á su dueña!—interrumpió Claypole.

—¡Y á su amo!—añadió Bumble.

—No; al amo, no—rectificó Noé—: estaba ausente de casa. A no ser por eso, le hubiera asesinado. Decía que quería matarle.

—¡Ah, ah! ¿Ha dicho eso, muchacho?—preguntó el del chaleco blanco.

—Sí, señor; y la dueña dice que á ver si puede ir el señor Bumble para azotarle, á causa de que el amo se halla fuera.