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CAPITULO VII


EN EL QUE SE VERÁ QUE CONTINUÓ LA REBELDÍA DE OLIVERIO


Noé Claypole corrió todo lo que pudo, y no paró para cobrar aliento hasta que llegó á la puerta del Asilo. Una vez allí se detuvo un minuto ó dos para reanudar sus más fuertes sollozos y componer su rostro lo mejor posible á fin de revelar tal terror que moviese á lástima, y llamó precipitadamente, como si le persiguieran para matarle.

—¿Qué puede haberle ocurrido á este muchacho?—se preguntó el anciano que acudió á abrir.

—¡El señor Bumble, el señor Bumble!—gritó Noé con voz tan fuerte, que no sólo se hizo oir del muñidor, algo duro de oído, sino que le alarmó de modo que le hizo acudir corriendo sin acordarse de encasquetarse el sombrero, curiosa y notable circunstancia que demuestra que hasta un muñidor, bajo el imperio de repentino y poderoso impulso, puede llegar á perder la cabeza momentáneamente y olvidarse de su dignidad personal.

—¡Oh señor Bumble, señor!—dijo Noé fingiendo el mayor terror—. ¡Oliverio, señor, Oliverio ha!...

—¿Qué, qué?—interrumpió el muñidor con un destello de gozo en sus tiernos ojos—. ¿Se ha escapado, Noé?

—¡No, no señor; pero se ha vuelto furioso!—