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42 BIBLIOTECA CALLEJA -j Podía no tenerlo! j Así come él !-replicó la dama. -Esa expresión de melancolía que hay en su rostro es muy interesante. i Haría un delicioso mudo! La señora Sowerberry le miró con expresión de considerable sorpresa; el señor Sowerberry pareció satisfecho, y antes de darle tiempo para hacer nin- guna observación, prosiguió: -No quiero decir un mudo para las personas mayores, sino solamente para uso de los niños . Se- ría muy atractivo tener un mudo en proporción con la edad del difunto, amor mío. Sería de un efecto soberbio; no lo dudes. La señora Sowerberry, que tenía gran amor al negocio funerario, estaba muy entusiasmada con la novedad de la idea; pero como hubiera creído com- prometida su dignidad d e declararlo aSÍ, se limitó á preguntar mordazmente si h acía mucho tiempo que se le había ocurrido. El señor Sowerberry in- terpretó la pregunta como una aquiescencia á su proyecto, y quedó convenido que Oliverio sería in- mediatamente iniciado en los secretos de la profe- sión, y á este efecto acompañaría á su amo en la p~i~era ocasión en que fueran requeridos sus ser- VICIOS. No tardó mucho en presentarse. Media hora des- pués de haberse desayunado á la mañana siguiente el señor Bumble entró en la tienda, y dejando su bastón sobre el mostrador, sacó de una carpeta de cuero unos papeles, que entregó al señor Sower- berry. -j Ah !-dijo el agente funerario echando una rápida ojeada á los documento&-. t Una; orden para un ataúd 1 -Para un ataúd primero, y.. para un entierro y funeral después-dijo el señor Bumble,