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CAPÍTULO III


DONDE SE VERÁ QUE OLIVERIO TWIST ESTUVO Á PUNTO DE LOGRAR UNA PLAZA QUE NO ERA PRECISAMENTE UNA CANONJÍA


Una semana después de haber cometido la incalificable profanación de pedir más sémola, Oliverio permanecía encerrado en el sombrío calabozo que los sabios y misericordiosos caballeros de la Comisión le habían destinado.

No es irracional suponer que, de haber penetrado el alcance del profético aserto del cofrade del chaleco blanco, Oliverio le hubiera dado la razón acabando de hambrear de una vez para siempre, sin más que anudar una punta de su pañuelo de bolsillo á un garfio del muro y colgarse del cuello; pero había un pequeño inconveniente: la Comisión había decidido por unanimidad que esa prenda constituía un artículo de lujo, y la había puesto, en consecuencia, lejos del alcance de las narices de los pobres del Asilo.

Otro obstáculo aún mayor era la edad infantil de Oliverio; así, pues, se contentaba con pasarse llorando y berreando el día entero. Cuando llegaba la triste noche se tapaba los ojos con las manitas y se metía en un rincón, tratando de dormirse, nervioso, temblando de miedo y de frío en el lúgu-