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BIBLIOTECA CALLEJA

—¡Sr. Limbkins, ruego á usted que me dispense; pero Oliverio Twist pide otra ración más!

Estupefacción general. El horror se pintó en todos los rostros.

¿Más?—exclamó el Sr. Limbkins—. ¡Repóngase usted, Bumble, y conteste terminantemente á mis preguntas! ¿Ha dicho usted que pidió más comida después de comer su ración correspondiente?

—Así es, señor.

—¡Ese chico será un hambrón!—dijo el del chaleco blanco—. ¡Opino que ese chico será siempre un hambrón!

Nadie refutó la profunda opinión profética del avisado caballero. Como medida de urgencia se decretó su inmediato encierro en un calabozo, y al día siguiente se publicó un bando ofreciendo veinticinco duros al que quisiera hacerse cargo del muchacho para mantenerle y enseñarle un oficio.

—¡En mi vida he tenido ni tendré un convencimiento más profundo y arraigado que éste!—dijo el del chaleco blanco al leer el bando á la siguiente mañana—. ¡Ese chico es y será siempre un hambrón!

Como me propongo en el curso de esta verídica historia demostrar si el cofrade del chaleco blanco tuvo razón ó no en sus profecías, perjudicaría el interés de la narración (en el supuesto de que tenga algún interés) si adelantase desde luego los acontecimientos.