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BIBLIOTECA CALLEJA

—Bueno—dijo luego—, pues ya te lo dirá Guillermo. Ahora coge la vela, y vete á dormir.

—¡Buenas noches, señor!

Al irse vió que el judío le examinaba atentamente, con las cejas fruncidas. De pronto exclamó con voz relativamente cariñosa:

—¡Cuidado, Oliverio, cuidado! ¡Guillermo es una fiera capaz de todo, por poco que se le contraríe! Suceda lo que suceda, no digas nada, y haz todo lo que te mande. ¡Acuérdate bien de lo que te digo!

Antes de dormirse el muchacho rogó fervientemente al Todopoderoso que le matara antes de permitirle hacerse criminal, mientras las lágrimas corrían silenciosamente por sus infantiles mejillas.