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OLIVERIO TWIST

guar de dónde vengo. ¡Apostaría á que no tardas mucho en hacer el mismo camino!

Los otros rieron, y hablaron algo entre sí en voz baja. Después de beber un vaso con deleite, Tomás pasó con Fagin á una estancia separada, donde conferenciaron algunos minutos. Luego volvieron, y se sentaron cerca del hogar.

Cuando todos se hubieron retirado á dormir el judío retuvo á Oliverio, anunciándole que tenía que hablarle.

Había celebrado aquella noche una larga conferencia con Guillermo, que tenía preparado un soberbio «golpe», para el cual necesitaba un chico. El que acostumbraba servirles, alquilado para el caso á una tía suya, había sido recogido por una Hermandad y llevado al Hospicio, donde les enseñaban á leer, escribir y trabajar honradamente, cosa que desesperaba á Sikes.

El judío quiso averiguar dónde era el golpe; su cómplice no quiso dar pormenor alguno, y se le ocurrió al viejo proponer á Oliverio para sacarlos del apuro. Guillermo aceptó desde luego.

—Pero te prevengo que como cerdee lo más mínimo, no vuelves á verle.

El judío, pues, comunicó al niño que al día siguiente irían á buscarle de parte del señor Guillermo.

—¿Para quedarme allí?—preguntó Oliverio.

—¡No, no; te quiero demasiado para deshacerme de ti! No tengas miedo; no te abandonaré añadió el judío con tono irónico. Luego agregó—: Supongo que querrás saber para qué vas á casa del señor Guillermo; ¿eh?

—Cierto; desearía saberlo.

—¿No sospechas para lo que puede ser?

—No, señor.

El judío vaciló.