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BIBLIOTECA CALLEJA

toville. Al cabo de una semana el judío no cerró la puerta del cuarto, y el chico pudo vagar por toda la casa, sucia, asquerosa, destartalada y triste.

Un día que el Tramposo y Bates iban á pasar la velada fuera, metiósele en la cabeza al primero de ellos poner más cuidado que de costumbre en el arreglo de su persona, á pesar de que no solía tener tales debilidades, y se dignó mandar á Oliverio que le sirviera de ayuda de cámara.

El muchacho, muy contento de servir para algo y ávido de conciliarse el afecto de los que le rodeaban, siempre que pudiera hacerlo honradamente, se apresuró á hacer lo que le mandaban. El Tramposo se sentó á la mesa. Oliverio puso una rodilla en tierra, y comenzó con toda conciencia á lustrarle las botas; operación que el señor Dawkins llamaba «barnizar las trotadoras».

Sea el sentimiento de libertad é independencia que debe suponerse propio de todo animal racional al hallarse cómodamente sentado en una mesa fumando una pipa y balanceando una pierna acompasadamente, mientras le limpiaban las botas sin sufrir la enojosa molestia de descalzarse ni la terrible perspectiva de calzarse, operaciones que distraen los pensamientos; sea que la calidad del tabaco le predispusiera á la bondad, es el ca so que después de contemplar un instante á Oliverio exclamó, medio ensimismado, medio dirigiéndose á Bates:

—¡Qué lástima que no sea de los nuestros!

—¡Bah!—dijo el otro—. ¡No sabe lo que es bueno!

El Tramposo dió un suspiro y volvió á fumar en silencio.

—Apuesto á que no sabes cuál es nuestra profesión—dijo después de una pausa á su limpiabotas.