buena gana hubiera dado el triple de esa suma por que los informes hubieran sido favorables para ese niño!
No es improbable que si Bumble hubiera previsto esta exclamación al principio de la entrevista diera á su historia muy diferente colorido; pero ya no había remedio. Cogió los veinticinco duros, hizo una profunda reverencia y se fué.
El caballero comenzó á pasearse de un lado á otro de la estancia con aspecto tan desolado, que su amigo no se atrevió á decirle una palabra. Por fin se detuvo, y agitó violentamente la campanilla.
—¡Sra. Bedwin, ese niño es un bribón!
—¡Imposible, señor, imposible!—exclamó enérgicamente la anciana.
—Lo repito; y no comprendo—dijo él con rudeza—qué significan esos imposibles. Acabamos de oir su historia, y sabemos que desde que nació ha sido una perversa criatura.
—¡No me lo hará creer nadie!—repitió ella con firmeza.
—¡Bah!—interrumpió Grimwig—. ¿Qué saben ustedes las señoras de edad? Yo oa vi desde el primer momento. Ustedes se conmueven muy fácilmente y creen todas las patrañas que...
—Oliverio es un niño amable, dulce y agradecido. Conozco bien á los niños... desde hace ya cuarenta años; y las gentes que no pueden decir otro tanto harían mejor en callarse. ¡Esta es mi opinión!
Era una alusión á la soltería recalcitrante del señor Grimwig, que por toda respuesta sonrió. La anciana iba, indudablemente, á continuar su filípica, cuando el dueño de la casa le impuso silencio.
—¡Calle usted!—dijo fingiendo una irritación que estaba muy lejos de sentir—. ¡Que no vuel-