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LEOPOLDO LUGONES

Es también increíble lo que engordan.
La que se queda sin parir, entonces,
Solamente será por ser machorra.
Y cómo alegra el alma su mugido,
Cuando al caer la tarde calurosa
Que expía una sequía de ocho meses,
Del horizonte grávido que arroja
Su escobazo de viento preventivo,
En que grita ordenando alzar la ropa
Una aflautada voz de lavandera—
Viene ya el agua eléctrica y sonora,
Hinchada en un sombrío azul de breva,
Mientras un colosal cielo de tromba,
Con retumbos hidráulicos de fresco
Tonel, sobre los campos se desfonda.


Y braman ellas escarbando el polvo
Que rellena la cuenca pedregosa
Del rio seco que al lugar da nombre;
y en su salvaje anhelo se prolonga,
El gemido amoroso de la tierra