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LEOPOLDO LUGONES

Cuyo techo apedrea con sus costras,
La sal que condujeron los peones,
Húmeda aún, de las salinas ópimas,
Donde el lívido jume reconcentra
Las acerbas legías de la obra,
Cuyo grado se mide con un huevo
Que entre la espuma de la mezcla flota.
Y el derretido sebo, defecando
Su apetitoso chicharrón, apronta
En la mecha los júbilos caseros
De la vela paciente y lacrimosa.


Cantemos á la leche cuyo gusto
Sabe á beso infantil en nuestra boca.
La leche, plata líquida del pobre,
Que las jícaras blancas alboroza,
Y en el aro del queso se amoneda,
Y en lo más tierno del manjar provoca.
Abramos á las míseras infancias
El dulce manantial de la ubre rosa,
Y al prodigarse floreciendo en niños,