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LEOPOLDO LUGONES

—Tendremos mortandad en los corderos
Decía su palabra previsora.
Y á poco rato, el padre, confirmando
La resignación grave de sus horas,
Ampliaba el parecer de la consorte
Con palabras escasas y juiciosas.
—Allá por el 63, en tiempo
De Mitre... Y los recuerdos de su crónica,
En la barba entrecana resumían
La evidencia inherente de las cosas.
—Al fin no se han de derretir (bromeaba
Por animar) como esas de las monjas.
Las crespas ovejitas de confite
Que eran industria conventual de Córdoba.


Mas en ese momento, por la puerta
Que para entrar, cargada con la loza,
Ladeaba la sirvienta—¡Santa Bárbara!—