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LEOPOLDO LUGONES
Crespas y cándidas como angelitos,
Flotó el celeste de sus dulces horas.
Con frescura de flor olió el buen dia,
Y vinieron también las siestas mórbidas,
De aquellas que maduran en tormenta
Su lóbrego calor donde borbolla
Como sonoro caño de agua el trueno,
Y el nubarrón despierta la olorosa
Sed de la tierra con las gruesas uvas
De su racimo azul deshecho en gotas.
Y entonces fué una gloria ver la tierra
Renacida en las eras laboriosas,
Y caminar los embarrados bueyes,
Y dilatarse la llanura sola
Al rumor de los élitros del trigo;
Y llegar canturreando una milonga
Al bravo comisario en su birlocho;
Y así fué cómo una cosecha pródiga,
Aseguró el pasar de la familia