Y remeda á la lima del herrero,
Atareada como él desde la aurora.
Y al surgente avestruz de la pradera
Que con silbo haragán vagando engorda,
Y fértil rinde su costal de huevos,
Y cuando va á llover corre y esponja
Su flotante calzón arremangado
En los sesgos fandangos que retoza.
Y hay que verlo tenderse en las boleadas,
Desordenando la gambeta ilógica
Como mancha de luz que refucila
Un espejo, al zumbido de las bolas.
En veloz convergencia lo arremete
El gauchaje, palmeándose la boca.
Con sordo borbotón hierve la tierra
A los tropeles bárbaros de la horda.
Hasta que, ya rendido, y bien seguro
El volumen de pluma en las alforjas,
Al fuego del vivac asan su agudo
Caparazón, con lentitud metódica,
Dándole por relleno tres guijarros
Recalentados, pues así se apronta
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LEOPOLDO LUGONES