Página:Odas seculares.djvu/103

Esta página ha sido validada
102
LEOPOLDO LUGONES

Y pasaban los mozos estribando
En sus capachos de madera sólida;
Y el alto capataz con su trabuco
Y su macho bragado en cuya boca
Sangraba el freno Peñaflor, y aquellas
Espuelas formidables y sonoras
Que rinden á la bestia palpitante
En los duros tragines de la doma,
Cuando el robusto corazón se sube
En borbollón de gárgara ardorosa,
Y el entusiasmo con sabor de fuerza
Los corajudos miembros corrobora,
Y encarniza el instinto con su soplo
De rabia audaz, una crueldad de gloria.


El asado ya está. Divaga á ratos
Con lastimeros sones en la sombra,
El cencerro cordial de la madrina
Que pasta por allí con pausa sorda.
Y de pronto, en lo extenso de los campos
Donde la dulce soledad ahonda