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Que por días enteros, vagabundo y huraño,
No volvía a la casa, y, como un hermitaño,
Se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo.


Y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
De arenas y de insectos, levanta en los calientes
Desiertos sanjuaninos cantaba bajo el cielo.


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